“Se inclina hacia mí, sonríe y respira hondo. Oigo su voz; una voz que en realidad era otra cosa. Sonaba como un instrumento musical, un violín, no, mejor un arpa, no lograba sonar fuerte por mucho que se lo propusiera. Jamás lo oí gritar. Era imposible. Su voz era suave, dulce y muy melódica. Daba igual lo que dijera; a mí me sonaba como si cantara. Su voz podía cuidarme y consolarme, protegerme y dormirme, y cuando me despertaba, dibujaba en mí una sonrisa. Lograba tranquilizarme más que nada o nadie en este mundo”
El arte de escuchar los latidos del corazón, Jan-Philipp Sendker.
Reflexión:
Actualmente estoy escuchándome una de las mejores colecciones de Jazz del mercado, Jazz in París se llama la colección. Jazz bendito Jazz. Pocos acercamientos he tenido al msimo, algún directo, una clase magistral de dos trompetistas, algo de Louis Amstrong, mucho de Norah Jonnes, algo de gente desconocida por mi entendimiento, pero al que le he abierto mi corazón. Y es que es de buen entendedor no solo el que comprende, o el que sabe, sino el que tiene el corazón abierto para escuchar: ¿Te has parado a escuchar la respiración de tu amada, su latir, sentir su voz, escuchar más allá de la vista, del tacto, de los sentidos? Sentir esa cara que nos tranquiliza, ese gesto que identificas como tuyo sin ser tuyo, complicidad ardiente en un mundo frío que lo cuestiona todo, que pone en duda todo. Sentir y sentir, vivir y vivir, escuchar y escuchar con el corazón abierto.
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