domingo, 18 de abril de 2010

La santa sin nombre

Hubo en otros tiempos una joven que trabajaba como sirvienta en una granja, no se sabe muy bien dónde…
Por otra parte, esa joven parecía tan insignificante que para llamarla sólo le decían: ¡oh!, ¡Eh, tú! o ¡tú pequeña!. Habían olvidado completamente su nombre, y ni siquiera ella misma se acordaba.

Sin embargo, después de su muerte, cuando esa joven llegó al paraíso, cuál no fue su sorpresa al comprobar que la conducían ante lo más grandes santos del cielo.
Sí, pues la joven había vivido de tal manera, tan discreta y poco destacada había sido su vida, que sin darse cuenta había alcanzado-y quizá precisamente a causa de esto- el más puro estado de santidad. Y si, para colmo de la ignorancia, ella estaba sorprendida e incómoda, para los demás santos también resultaba muy embarazoso, pues todos sabían que, al no tener un nombre propio, esa nueva santa nunca podría recibir plegarias particulares ni votos que le fueran especialmente dedicados.

De entrada, los santos más generosos le propusieron compartir los suyos, aunque ella se negó adecuadamente diciendo que hasta ahora había podido vivir sin ello y que podía seguir haciéndolo…Entonces se oyó la decisión divina. El señor sentenció:

-A la nueva santa sin nombre irán todas las plegarias sin nombre.

Y desde aquel día es esta santa, de la que no sabemos nada, quien recibe en el cielo el mayor número de plegarias. Pues hacia ella ella se elevan todos los impulsos de nuestro corazón cada vez que, si ni siquiera darnos cuenta, sentimos inclinación hacia el bien o un deseo confuso de hacer que el mundo sea mejor.

Dicen que cada sonrisa, cada lágrima de nuestras más puras emociones son recogidas u bendecidas por la santa sin nombre.


Fuente: Cuentos cristianos de Laureano Benítez.

Reflexiones:


Gente sin nombre, artistas desconocidos, historias esperando ser rescatadas del olvido, esperando ser descubiertas. El cuento, La santa sin nombre, habla de todos ellos.
Recuerdo mi tia-abuela, falleció después de vivir entre tres siglos, XIX-XXI, una mujer tranquila, que ayudaba en lo que se le mandaba. Cuidó de mi y de mis hermanos cuando mi padres no estaban en casa y cuando ellos estaban en casa también. La recuerdo en distintos momentos, cuando me decía que yo era el quijote, cuando la iba a ver y me cogia los pelos de broma, cuando partía las almendras en el campo, cuando estaba con ella durmiendo en el hospital pues se había fracturado la cadera sana, cuando ella se ponía hacer cosas fuera de lo que podía hacer, etc.
Todos son recuerdos de una persona que paso desapercibida por la vida, nunca tuvo novio conocido, ni hijos, ni una historia digna de sobresalir, pero tiene y tendra siempre mi recuerdo y de la gente que la quisimos y la queremos. Un beso eterno desde aquí santa sin nombre.

Posdata: Gracias padre por haberla cuidado, no hay agradecimiento que gratifique todo lo que has hecho por ella.


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¡PALABRAS!

“Palabras para cantar. Palabras para reír. Palabras para llorar. Palabras para vivir. Palabras para gritar. Palabras para morir”
J.A. Labordeta.