miércoles, 26 de mayo de 2010

Meditación

Regreso a mi lugar de reposo después de tanto tiempo fuera, el lugar sigue siendo apacible, la serenidad rodea al igual que el agua mi lugar de meditación y descanso.

Esta vez me acompaña la bella de los ojos rasgados, rostro oriental marcado por la historia, y es que por mucho que lo intentemos siempre queda registrado en nuestras arrugas, cicatrices, sonrisas, silencios.

Hemos llegado ya a la cabaña y nos disponemos a dejar la mente y el alma en hibernación, en reposo, en silencio, en tranquilidad, en paz.

La lucha comienza, nuestras mentes divagan, navegan, viaja por lugares que queremos apartar, disipar, borrar aunque sea por unos momentos.

Gracias a nuestros años de experiencia en este misterioso y a su vez sencillo arte, en poco tiempo, aquietamos nuestra mente. Ya solo con nosotros mismos, paradójicamente estamos más cerca de toda nuestra realidad.

Despierta, despierta, la realidad llama otra vez, ¿pero qué es lo real? ¿La realidad de un mundo que esclaviza a todo el que se ilusiona con ella? ¿La realidad de un mundo que hay que liberar? ¿La realidad, maldita realidad?...

Despertamos como siempre en paz, en harmonía, pero con una duda eterna: ¿Y ahora qué?

Después de cenar y pasar una noche navegando por los mares de estrellas y sonidos de la noche, nos disponemos a coger la barca. Es de día, todo brilla, ya estamos en la mitad del lago, cuando por casualidad los dos entonamos la misma pregunta: ¿Cuándo regresaremos a nuestro lugar de reposo?


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¡PALABRAS!

“Palabras para cantar. Palabras para reír. Palabras para llorar. Palabras para vivir. Palabras para gritar. Palabras para morir”
J.A. Labordeta.